El contexto social en el que cotidianamente se desenvuelve la vida de niños y niñas en una sociedad, está configurado no sólo por elementos materiales sino por los elementos actitudinales y psicosociales que los adultos mantienen hacia la población infantil. La familia, ofrece el primer contexto de relación social en el que resultan especialmente relevantes la formación de vínculos emocionales de especial trascendencia para el adecuado desarrollo del ser humano.
Lo que denominamos estilos educativos o pautas de crianza corresponde a un patrón conductual complejo que incluye numerosas conductas específicas que funcionan de forma individual y sinérgica para conseguir determinados cambios en los niños; cambios que están dirigidos a lograr su adaptación emocional y conductual en una sociedad concreta.
La categorización de las pautas de crianza en relación a las dimensiones de control/exigencia y afecto/receptividad crea una tipología de cuatro estilos educativos:
- Estilo democrático. Se trata de padres que son a su vez exigentes y receptivos con sus hijos. Consideran a éstos como sujetos activos en el proceso de sociabilización y desarrollo y dotan de gran importancia al afecto y a la emoción en dicho proceso. Este tipo de padres examina la conducta de sus hijos e impone criterios claros sobre e comportamiento que deben tener los niños, pero establece una jerarquía respecto a la cualidad y al cumplimiento de las normas, y fomentan el diálogo y el razonamiento sobre ellas. Son asertivos, pero no intrusivos o restrictivos. Sus métodos disciplinarios se basan más en el apoyo que en el castigo. Su método educativo persigue lograr individuos asertivos, responsables, con alto grado de auto-control, además de cooperativos.
- Estilo permisivo. Estos padres son más receptivos que exigentes. Son poco convencionales o sujetos a las tradiciones, además son tolerantes y condescendientes. No exigen un comportamiento responsable o maduro a sus hijos, y permiten que sus hijos impongan sus propios criterios de auto-regulación, justificando aquellas conductas que muestran tendencia a desviarse de las normas sociales establecidas. Suelen evitar también la confrontación con sus hijos. Los padres permisivos pueden dividirse en dos tipos en función del grado de implicación en la educación de sus hijos; por un lado, están aquellos que se acercan a un estilo democrático, y que a pesar de su estilo indulgente son más conscientes de la necesidad de establecer límites y están más implicados y comprometidos con la educación; en el otro extremos están los padres no directivos a cuyo estilo indulgente se suma un grado mínimo de implicación en la regulación de la conducta de sus hijos.
- Estilo autoritario. Estos padres son extremadamente exigentes y directivos, pero no receptivos. No se considera importante el aspecto emocional de las relaciones padres-hijos. Apelan a la obediencia, a la autoridad para el cumplimiento de las normas impuestas a sus hijos. En general conforman un contexto bien ordenado y estructurado con reglas claras y explícitas. A su vez se dividen en dos tipos: los directivos-no autoritarios, quienes tutelan el rumbo del desarrollo de sus hijos pero sin ser intrusivos y autocráticos con el uso del poder, y aquellos que son directivos y autoritarios, quienes desarrollan un patrón de control tremendamente intrusivo.
- Estilo indiferente. Son poco exigentes y receptivos. Este estilo educativo supone una paternidad no responsable. La implicación emocional de este tipo de padres es baja y se combina además con una falta de exigencia. Los padres indiferentes intentan que la educación de sus hijos conlleve el mínimo esfuerzo por su parte. En casos extremos, este estilo educativo puede ser comparado con patrones de comportamiento negligentes o de rechazo a sus hijos, aunque en general la mayor parte de los padres de este tipo están dentro de los límites definidos como normales.
Consecuencias de los estilos educativos en los niños
- Los niños y adolescentes con padres de estilo democrático se valoran a sí mismos y son evaluados mediante métodos objetivos como más competentes social e instrumentalmente que aquellos niños cuyos padres no corresponden a esta categoría.
- Los niños y adolescentes cuyos padres no están implicados y comprometidos con su educación tienen una peor ejecución en todos los dominios.
- Los niños y adolescentes educados con indiferencia muestran un desarrollo deficiente al carecer de vínculos emocionales y de estimulación afectiva y cognitiva. Su capacidad y competencia social es escasa, mostrando, sobretodo con adultos una acusada tendencia a la dependencia.
Adriana Fusté. Psicologa clínica