Trastornos del espectro autista (TEA)

¿Qué son los trastornos del espectro autista (TEA)?

Las trastornos del espectro autista se engloban dentro de los trastornos del desarrollo cuya manifestación se produce a edades muy tempranas (entre los 2 y 3 años). El diagnóstico y tratamiento temprano son cruciales para mejorar los síntomas y mejorar la calidad de vida de éstas personas y sus familias.

Los niños con trastornos del espectro autista presentan dificultades en la interacción social, en la comunicación verbal y no verbal, y en la presencia de comportamientos repetitivos. Además pueden presentar asociadas alteraciones en el funcionamiento intelectual, en la coordinación motora, en la atención, e incluso en el sueño.

Señales de alarma en el niño

-Ausencia de risa o de emociones ante situaciones placenteras.

-Escasa imitación de sonidos, expresiones faciales, gestos, etc.

-Nula o escasa reacción al escuchar su nombre (no se gira) o parece no escuchar cuando se le habla.

-Ausencia de juego simbólico (por ejemplo: jugar con muñecos a casitas, o con coches a hacer carreras, etc.).

-No asiente, ni niega (ni física, ni verbalmente).

-Presenta rabietas frecuentes y por muy diversos motivos.

-Parece que encuentre placentero jugar con determinados objetos (por ejemplo aquellos que tengan luces, sonidos, brillos, etc.).

-Realiza acciones repetitivas como balancearse, girar sobre si mismo, mover los brazo como si ‘aletease’, repetir los mismos sonidos, etc.

TEA en adultos

En la edad adulta, el Trastorno del Espectro Autista puede pasar inadvertido o confundirse con otros diagnósticos (ansiedad social, TDAH, depresión, etc.). Muchas personas adultas descubren su condición tras años de sentirse “diferentes” o experimentar dificultades en las relaciones, la comunicación o la gestión emocional.

El diagnóstico en esta etapa permite comprender mejor el propio funcionamiento, reducir el malestar asociado y orientar estrategias de adaptación personal, laboral o de pareja.
En consulta, realizo evaluaciones clínicas completas y, cuando es necesario, coordino la exploración neuropsicológica y la orientación terapéutica más adecuada.

 

Aunque el TEA suele identificarse en la infancia, cada vez más adultos buscan una valoración para comprender mejor su manera de pensar y relacionarse. La detección y el acompañamiento en esta etapa también pueden marcar una diferencia importante

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