Una separación es estresante tanto para padres como para hijos. Salvo contadas excepciones, a la separación se llega después de decepciones, discusiones y mucha tensión en la vida familiar, por lo que además acostumbra a representar una experiencia dolorosa.

Una separación es un cambio, implica una pérdida importante para toda la familia y afecta de manera significativa tanto a padres como a sus hijos.

La repercusión en los hijos depende principalmente de la manera de enfocarlo por parte de los padres y del resto del entorno familiar (abuelos, tíos…).

Es muy importante que se presente la separación como fruto de un acuerdo conjunto. Y evitar a toda costa hablar mal del otro progenitor delante de los hijos. Desde la perspectiva del niño siguen siendo su papá y su mamá. Por tanto, cualquier comentario negativo que hagáis contra cualquiera de ellos, será doloroso para el niño o la niña. Si los comentarios provienen de abuelos o tíos, tenéis que aleccionarles y explicarles las consecuencias de estos comentarios.

Recordad que únicamente se separa la pareja de adultos, pero los padres tienen que seguir juntos mentalmente ejerciendo la función de padres.

Los hijos NO tienen que ser el canal de comunicación entre los padres, ni hay que involucrarlos en las disputas económicas de las parejas y no tienen que estar informados de los litigios que se mantienen.

 

Hemos decidido separarnos ¿y ahora qué?

Una vez tomada la decisión es importante no demorar la separación efectiva con el objetivo de no dilatar la situación de tensión en el hogar. Es importante formalizar de manera rápida la separación legal con el fin de obtener unos acuerdos de separación (medidas cautelares).

Cuando los padres no pueden afrontar la separación de manera saludable para los hijos y presérvalos de los conflictos de pareja es aconsejable recurrir a la ayuda de un mediador de conflictos.

 

¿Cuándo hablarlo con los hijos?

Antes de que haya acciones legales o uno de los progenitores se marche del hogar y, sobre todo, antes de que se enteren por terceras personas

 

¿Quién tiene que comunicarlo?

Los dos padres juntos siempre que sea posible. Ambos progenitores, al margen de sus razones para separarse, debéis explicar a los niños la decisión que habéis tomado y cómo va a quedar la situación: con quién van a vivir, cómo os vais a organizar, etc.

 

¿Cómo comunicarlo?

En un momento y entorno en que dispongáis de tiempo sin prisas y podáis hablar tranquilamente.

 

¿Qué les decimos? 

Explicar de forma tranquila la separación y el motivo de ésta. Explicarlo de manera fácil y resumida evitando dar detalles que puedan generar prejuicios de los hijos hacia alguno de los padres. Las intimidades de pareja no tienen que explicitarse a los hijos. Es muy importante preservar a los hijos de conflictos de lealtades hacia los padres. Tenéis que dejarles claro que la vida de pareja ha terminado y no podéis alimentar ninguna posibilidad ni esperanza de reconciliación. En niños pequeños, es normal que no entiendan que la decisión es definitiva y sigan preguntando cuándo vais a volver a vivir juntos.

Algunos niños pueden sentir que la situación es culpa suya por lo que debéis dejar muy claro al niño o a la niña que se trata de una decisión que tomáis los padres, como “mayores” y que ellos no tienen nada que ver en esa decisión, que no han influido ni su comportamiento, ni su rendimiento en los estudios… ellos están al margen.

Es muy importante explicar a los niños como os vais a organizar a partir de ese momento, donde vivirán, con quién… Estos temas hay que acordarlos y decidirlos previamente antes de hablar con los niños.

Una vez dicho todo esto, no hay que olvidar que una separación implica una pérdida y por tanto la elaboración de un duelo, si éste se elabora de manera correcta la familia encontrara una nueva manera de relacionarse armónicamente. La actitud de los padres versus la separación ayuda a los hijos a asumir esta nueva situación familiar y adquirir una nueva estabilidad. Es necesario darse un tiempo para poder llevar a cabo este proceso, y tener claro que no se resolverá en pocas semanas o meses.

Anna Vilar. Psicóloga Clínica

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