Se acerca la Navidad, esa época del año en la que los niños son los grandes protagonistas el día de Navidad o el de Reyes.
Dedicamos semanas, pensando cuidadosamente en los regalos perfectos, pidiéndoles a nuestros hijos/as que escriban la carta a los Reyes Magos o a papá Noel para poder regalarles todo aquello que piden. No obstante, muchas veces vemos que toda la ilusión de los regalos nuevos desaparece rápidamente y se olvidan de jugar con todo aquello que les han regalado.
Nos preguntamos entonces, ¿cuántos juguetes tienen que recibir nuestros hijos/as? La respuesta es, menos juguetes son mejores que demasiados.
El juego es tan importante para un buen desarrollo del niño/a que ha sido reconocido por las Naciones Unidas en la declaración de los Derechos Humanos, como un derecho de todo niño/a.
El juego permite a los niños desarrollar su creatividad, imaginación, destreza, etc. A través del juego los niños/as empiezan desde una edad muy temprana a interactuar con el mundo que les rodea. Les permite explorarlo y conocerlo.
Según la revista Infant Behavior and Development en un artículo publicado en 2017, afirma que cuando a los niños/as se les da solo cuatro juguetes para jugar, juegan con cada uno el doble de tiempo ya que han de pensar en más usos que darle a cada uno, permitiendo de esta forma explorar y jugar de manera más creativa y diferente.
Los niños que tienen todo lo que piden valoran menos a sus cosas, comparten menos, son más materialistas, caprichosos y tienen una baja tolerancia a la frustración.
Cuando les damos a escoger y tienen un límite en esa decisión, por ejemplo, les damos a escoger un máximo de 4 regalos, estamos favoreciendo en ellos que se genere responsabilidad, autonomía y tolerancia a la frustración por no tener todo lo que me gustaría.
El Doctor en psicología y neuropsicólogo, Álvaro Bilbao en su libro “El cerebro del niño explicado a los padres”, afirma que la felicidad no está relacionada con los bienes materiales que tenemos. Es verdad, que cuando tenemos algo nuevo esta felicidad puede durar entre unos minutos o unos días. No obstante, si le enseñamos a nuestros hijos/as que no siempre se puede tener lo que se quiere, aprenderán que la felicidad no se puede comprar y que somos más felices por las experiencias que compartimos.
La realidad es que los efectos de la atención de un padre o madre a su hijo/a son más positivos y tienen más fuerza que cualquier juguete o pantalla. Por lo que podemos aprovechar estas fiestas para pasar tiempo en familia y realizar actividades para las que no tenemos tiempo en nuestro día a día.
Los recuerdos niños duran mucho más que la emoción de recibir regalos durante las fiestas.
Ana Llevat. Psicóloga Clínica.
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